En las afueras de una pequeña ciudad se organiza una boda lujosa y extraordinaria. Aunque todos en la zona están al tanto de semejante evento, no todos están invitados.
“La tradición es rigurosa. Hay que ser un íntimo o, en el peor de los casos, una relación, vaga relación en un caso extremo, para tener el derecho de ser invitado, para acceder a ese privilegio…”
Un Señor, un Hombre, una Dama, una Mujer y una Niña, movilizados por sus deseos más profundos, hacen lo necesario para participar de esta boda a la que no han sido invitados. Deberán vencer una serie de obstáculos para ingresar a la propiedad y acceder así al inmenso salón donde se desarrolla la fiesta. Pero a medida que avanzan en busca de sus asientos, van viendo que la apariencia de quienes están sentados a la mesa se va degradando.
“Cuanto más avanzábamos, menos encontrábamos de esos bellos trajes, de esos atractivos vestidos elegantes… Llegó un momento en que ya no hubo de esas increíbles fuentes llenas de frutas y verduras que estorbaban el paso entre la pared y las sillas…”
Estos cinco personajes son relegados finalmente en el extremo de la mesa opuesto a aquel en que se encuentran los novios y sus familiares, donde se festeja, se come y se bebe. Mientras tanto, ellos siguen esperando los primeros platos.
“Al principio, se hace un poco lento... es normal, es normal... En la otra punta, del lado de la Familia, se besan... se interrogan, se piden mutuamente noticias frescas, se ponen al tanto de las últimas muertes y de los nacimientos más recientes...”
Nuestros cinco personajes van perdiendo la felicidad de estar ahí, de vivir el evento desde cerca y sentirse parte activa en el festejo, porque los gana una ansiedad creciente ligada al hambre y a la evidencia de no ser considerados.
Cuando ya pierden toda esperanza de recibir al menos un vaso de agua, organizan una revuelta y pasan a la acción. Remontan todos los salones que los separaban de la boda propiamente dicha y toman por la fuerza aquello con que habían soñado durante tanto tiempo. La frustración, la amargura y la envidia llevan a estos cinco personajes a ejecutar acciones descabelladas: saquear, pillar, robar y matar; y de esta forma dar fin al injusto mundo que no los consideraba.
Tras un viaje imaginario y conquistador, los cinco intentan instaurar un nuevo orden en el que puedan sentirse satisfechos. Y lo logran, aunque el esquema del orden no es nuevo: en la primera boda de esta nueva era, nuestros cinco personajes demuestran que han aprendido a comportarse como anfitriones y dueños de casa.
“La tradición es rigurosa. Hay que ser un íntimo o, en el peor de los casos, una relación, vaga relación en un caso extremo, para tener el derecho de ser invitado, para acceder a ese privilegio…”
Un Señor, un Hombre, una Dama, una Mujer y una Niña, movilizados por sus deseos más profundos, hacen lo necesario para participar de esta boda a la que no han sido invitados. Deberán vencer una serie de obstáculos para ingresar a la propiedad y acceder así al inmenso salón donde se desarrolla la fiesta. Pero a medida que avanzan en busca de sus asientos, van viendo que la apariencia de quienes están sentados a la mesa se va degradando.
“Cuanto más avanzábamos, menos encontrábamos de esos bellos trajes, de esos atractivos vestidos elegantes… Llegó un momento en que ya no hubo de esas increíbles fuentes llenas de frutas y verduras que estorbaban el paso entre la pared y las sillas…”
Estos cinco personajes son relegados finalmente en el extremo de la mesa opuesto a aquel en que se encuentran los novios y sus familiares, donde se festeja, se come y se bebe. Mientras tanto, ellos siguen esperando los primeros platos.
“Al principio, se hace un poco lento... es normal, es normal... En la otra punta, del lado de la Familia, se besan... se interrogan, se piden mutuamente noticias frescas, se ponen al tanto de las últimas muertes y de los nacimientos más recientes...”
Nuestros cinco personajes van perdiendo la felicidad de estar ahí, de vivir el evento desde cerca y sentirse parte activa en el festejo, porque los gana una ansiedad creciente ligada al hambre y a la evidencia de no ser considerados.
Cuando ya pierden toda esperanza de recibir al menos un vaso de agua, organizan una revuelta y pasan a la acción. Remontan todos los salones que los separaban de la boda propiamente dicha y toman por la fuerza aquello con que habían soñado durante tanto tiempo. La frustración, la amargura y la envidia llevan a estos cinco personajes a ejecutar acciones descabelladas: saquear, pillar, robar y matar; y de esta forma dar fin al injusto mundo que no los consideraba.
Tras un viaje imaginario y conquistador, los cinco intentan instaurar un nuevo orden en el que puedan sentirse satisfechos. Y lo logran, aunque el esquema del orden no es nuevo: en la primera boda de esta nueva era, nuestros cinco personajes demuestran que han aprendido a comportarse como anfitriones y dueños de casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario