El Texto
Boda, de Jean-Luc Lagarce, es un texto fuertemente arraigado en la actualidad y que aborda problemáticas que se sitúan en el corazón de la sociedad contemporánea, lo que le otorga la misma validez en Francia, en Buenos Aires o en cualquier otro lugar del planeta. Si bien la problemática de la exclusión no es una cuestión exclusiva de nuestro tiempo, sí se ha convertido en algo gravísimo y alarmante, por lo que puede ser considerada como la cuestión que con más energía exige ser tratada. Por eso resulta genial la idea de Lagarce de abordar esta problemática situando su obra de teatro en una boda: las cartas están sobre la mesa desde el primer momento, ya que están quienes han sido invitados y quienes no.
De esta segmentación surgen dos niveles de análisis que permiten identificar el terreno en que se despliega la tensión dramática de esta obra de teatro: la cuestión de la pertenencia, con todo lo que esto arrastra en materia de privilegios y de elites, y la cuestión de la frontera, que abre la pregunta sobre su permeabilidad. Pensamos que estas dos cuestiones atraviesan este texto de principio a fin y permiten a Lagarce reírse y hacernos reír de nosotros mismos, de cómo el hombre en sociedad se enreda indefectiblemente en el semblante y en la lucha de poder, sin olvidar el costo propio a este enredo en frustración, insatisfacción e imposibilidad. Nos permitimos hablar del “hombre en sociedad” porque consideramos que esta larga mesa recrea una suerte de micro-sociedad donde se desarrollan las interacciones que le son propias. Y en este sentido el hecho de que se trate de una boda no es banal. La misma historia podría contarse respecto de una fiesta cualquiera, pero Lagarce elige que se trate de una boda. Esto le permite poner en el centro de la acción, por un lado la cuestión del origen de la familia y por lo tanto de la sociedad; y por el otro el tema del deseo y sus vaivenes. En este sentido el personaje de la Niña es fundamental, pues introduce la diferencia generacional haciendo posible otro nivel de relación entre los personajes y al mismo tiempo permite dar cuenta del pasaje de la niñez a la edad adulta, con lo que esto conlleva en materia de deseos propios y de confrontación a deseos de otros. Boda como puente o lugar de pasaje, ritual de iniciación para esta Niña que llegado el momento protagonizará su propia boda. Por otra parte, estos personajes se encuentran en la punta de una mesa a la que no llega comida, y la imagen de una niña que tiene hambre es particularmente gráfica.
Por último, es importante destacar que Lagarce elige dar la palabra a los no invitados a la boda, son ellos quienes cuentan la historia. Y esto sitúa al público en un lugar muy particular, pues se encuentra confrontado a un relato desde el punto de vista de los no invitados…, de los que se quedan afuera. Y creemos que esta elección de Lagarce determina la estructura misma del texto y de su puesta en espacio. En este sentido, Boda es una suerte de sátira del poder donde los protagonistas que encarnan, en un primer tiempo, personajes marginados, desconformes y no considerados, se convierten, en un segundo tiempo, en figuras represoras y elitistas. Y esta evolución transcurre en una absoluta impunidad, que sin duda nos hace reír en una primera instancia, pero que en el mejor de los casos nos afecta e invita a la reflexión.
Boda, de Jean-Luc Lagarce, es un texto fuertemente arraigado en la actualidad y que aborda problemáticas que se sitúan en el corazón de la sociedad contemporánea, lo que le otorga la misma validez en Francia, en Buenos Aires o en cualquier otro lugar del planeta. Si bien la problemática de la exclusión no es una cuestión exclusiva de nuestro tiempo, sí se ha convertido en algo gravísimo y alarmante, por lo que puede ser considerada como la cuestión que con más energía exige ser tratada. Por eso resulta genial la idea de Lagarce de abordar esta problemática situando su obra de teatro en una boda: las cartas están sobre la mesa desde el primer momento, ya que están quienes han sido invitados y quienes no.
De esta segmentación surgen dos niveles de análisis que permiten identificar el terreno en que se despliega la tensión dramática de esta obra de teatro: la cuestión de la pertenencia, con todo lo que esto arrastra en materia de privilegios y de elites, y la cuestión de la frontera, que abre la pregunta sobre su permeabilidad. Pensamos que estas dos cuestiones atraviesan este texto de principio a fin y permiten a Lagarce reírse y hacernos reír de nosotros mismos, de cómo el hombre en sociedad se enreda indefectiblemente en el semblante y en la lucha de poder, sin olvidar el costo propio a este enredo en frustración, insatisfacción e imposibilidad. Nos permitimos hablar del “hombre en sociedad” porque consideramos que esta larga mesa recrea una suerte de micro-sociedad donde se desarrollan las interacciones que le son propias. Y en este sentido el hecho de que se trate de una boda no es banal. La misma historia podría contarse respecto de una fiesta cualquiera, pero Lagarce elige que se trate de una boda. Esto le permite poner en el centro de la acción, por un lado la cuestión del origen de la familia y por lo tanto de la sociedad; y por el otro el tema del deseo y sus vaivenes. En este sentido el personaje de la Niña es fundamental, pues introduce la diferencia generacional haciendo posible otro nivel de relación entre los personajes y al mismo tiempo permite dar cuenta del pasaje de la niñez a la edad adulta, con lo que esto conlleva en materia de deseos propios y de confrontación a deseos de otros. Boda como puente o lugar de pasaje, ritual de iniciación para esta Niña que llegado el momento protagonizará su propia boda. Por otra parte, estos personajes se encuentran en la punta de una mesa a la que no llega comida, y la imagen de una niña que tiene hambre es particularmente gráfica.
Por último, es importante destacar que Lagarce elige dar la palabra a los no invitados a la boda, son ellos quienes cuentan la historia. Y esto sitúa al público en un lugar muy particular, pues se encuentra confrontado a un relato desde el punto de vista de los no invitados…, de los que se quedan afuera. Y creemos que esta elección de Lagarce determina la estructura misma del texto y de su puesta en espacio. En este sentido, Boda es una suerte de sátira del poder donde los protagonistas que encarnan, en un primer tiempo, personajes marginados, desconformes y no considerados, se convierten, en un segundo tiempo, en figuras represoras y elitistas. Y esta evolución transcurre en una absoluta impunidad, que sin duda nos hace reír en una primera instancia, pero que en el mejor de los casos nos afecta e invita a la reflexión.
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